Toda leyenda de terror se construye sobre una base racional, un suceso estremecedor para la persona en cuestión, sobre todo cuando es imposible encontrar una explicación. El agente Fuller había visto nacer muchas de estas historias, sabía a ciencia cierta qué cualquier indicio era de importancia para resolver un caso, pero con el tiempo también había aprendido a evitar los simples rumores que tan solo obstaculizaban su trabajo. Para un sheriff de pueblo pocos eran los sucesos que requerían una exhaustiva investigación, la mayoría de ellos trataban sobre hurtos, allanamientos, y algún que otro enfrentamiento. Aquel sosegado ritmo de vida había perdurado durante años, en los que tan solo se dedicó a patrullar las calles y a completar informes de denuncias. Pero una mañana, a las nueve tocadas, una imprevisible y brutal noticia acabó con su rutina diaria. No tardó demasiado en llegar al lugar del incidente. Disponía de un jeep privado, aparcado en el garaje de comisaría, pero poco utilizado, ya que tan solo se montaba en él cuando el destino gozaba de un terreno complicado. A los pocos minutos de trayecto se percató de que su destreza al volante no era la misma en aquel todoterreno. Si bien disponía de un carné para todo automóvil, cada uno de ellos era diferente al resto y aquel enorme armatoste no tenía nada que ver con su modesto coche patrulla. A pesar de las dificultades logró entrar en el bosque y, en menos de media hora, ya se había reunido con sus compañeros. -Después de tantos años ha vuelto a suceder.- Dijo uno de ellos girándose hacia el agente.- Eran de fuera, vendrían a pasar un fin de semana de relax. Qué irónico ¿verdad?. Llevado por la curiosidad se asomó entre el gentío policial, introduciéndose en el circulo de personas que rodeaban el lugar, mientras el detective, con una instantánea en sus manos, se agachaba para tomar unas fotografías. El flash iluminó con un destello los cuerpos sin vida de aquellos jóvenes: Sus ropas estaban ensuciadas por el fango, prácticamente despedazadas y con heridas que asomaban en forma de círculos rojizos en el tejido. A pesar de no disponer de una hora aproximada sobre sus muertes, no les fue difícil deducir que habían permanecido allí toda la noche: Los cadáveres se encontraban repletos de picaduras de mosquito, algunas de ellas tan fastidiosas como la que se había formado en el párpado del chico rubio. Pero lo más aterrador del asunto no se encontraba en el asalto de los parásitos, ni siquiera en el insecto palo que asomaba de la boca de uno de los muertos. Lo brutal y sobrecogedor de aquel suceso residía en el hecho de que los cuerpos parecían estar desarticulados; todos los huesos se encontraban descoyuntados como el esqueleto de una marioneta. -Trece horas atrás- Había sido un largo viaje, un largo trayecto, de aquellos en que la radio es lo único que mantiene vivo el entretenimiento. Tras muchos kilómetros aparcaron el vehículo a las afueras del pequeño pueblo, uno de esos con el típico cartel situado a un lado de la carretera y que anuncia con letras enormes su nombre. A pesar de carecer de lugares de interés, aquella aldea se caracterizaba por estar envuelta por una cordillera, una serie de montañas que despertaba cierto atractivo en los turistas más aventureros. Melvin, Scott y Carleen habían traído el material necesario para dormir bajo las estrellas; En el bolsillo lateral de la mochila de ella podía apreciarse el bulto que formaba la linterna, destinada exclusivamente para la noche, en la que juntos, investigarían los misterios del bosque. Pero su interés en la acampada no provenía de sí misma, ni siquiera de Scott, su verdadero aliciente era Melvin. Le conocía desde hacía relativamente poco, a través del otro chico que les acompañaba. Scott coincidió con ella en muchas de las clases que se impartían en la Universidad y con el paso del tiempo el roce acabó haciendo el cariño. Cuando los estudios requerían un trabajo en grupo él siempre era su primera opción, por esa misma razón tuvieron que quedar algunos fines de semana y rematar la faena empezada. Melvin era el mejor amigo de Scott, vivía en su mismo barrio y en ocasiones se pasaba a visitarle. En uno de esos fines de semana Carleen coincidió de nuevo con su visita, pero esta vez se conocieron un poco mejor. A partir de entonces cada vez que Scott nombraba a su amigo Carleen no podía evitar recordar aquel día, un domingo en el que sus miradas se conectaron de un modo distinto, un domingo que de ser posible hubiese repetido. Por esa misma razón decidió unirse a la excursión, con la ilusión de volverle a ver y con la esperanza de algo más. El ascenso a la montaña no resultó pesado, al fin y al cabo necesitaban estirar las piernas después de pasar todo el día en el coche. De todos modos lo que requirió más tiempo fue buscar el lugar en el que acamparían; muchos de esos lugares eran tan selváticos que resultaba imposible instalar las tiendas y a penas encontraron terreno nivelado. Sin embargo, a pocos kilómetros de la cima, finalmente lo hallaron. En menos de una hora ya habían instalado las tiendas y en el doble de tiempo anochecería. Antes de que eso sucediera se dispusieron a dar un paseo, inspeccionar los alrededores y planificar que camino seguirían en el juego de noche. Fue en uno de esos caminos donde encontraron aquella rareza de la naturaleza, situada en la base del tronco de un árbol y apoyada en una de sus raíces. El peculiar hongo era de color rojizo, un rojo tan vivo que resaltaba entre la penumbra, tan intenso que era posible vislumbrarlo desde la lejanía. A medida que se acercaban descubrieron que no se trataba de una seta habitual, su morfología era atípica al resto de su especie y el pie que la mantenía unida al suelo era de un negro absoluto. La curiosidad de Carleen se desató con un par de preguntas, del mismo modo que, mientras las formulaba, se agachaba para observar el hallazgo más de cerca. La extraña seta atrajo la atención de todos, en especial de Scott, el cual inmediatamente sacó su videocámara digital para filmarlo. A pesar de la emoción el misterio perduró tan solo unos pocos segundos más, hasta que Melvin, con unos conocimientos básicos sobre lo que habían encontrado, decidió responder a sus dudas. Según sus palabras, aquel hongo era llamado vulgarmente “cuesco de lobo”. Se diferenciaba del resto por su sombrero, que es la parte superior, en este caso con forma de pelota de golf. Al parecer, dentro de esa pelota contiene sus esporas, esenciales para su reproducción. Pero lo más curioso del asunto provenía de su mismo nombre; Melvin comentó que esa especie de “setas” cuando alcanzaban la madurez suficiente cualquier presión externa podía provocar la expulsión de las esporas. A partir de ese proceso se hizo una comparación gráfica con las flatulencias de un animal y con el tiempo adquirió tan burlesco apodo. Después de su aclaración algunas risas surgieron. Sin embargo, Carleen decidió no excederse, simplemente mostró una sonrisa, necesaria para no parecer una insulsa y suficiente para no ofender a Melvin. -No me estoy inventando nada, si tanta gracia os hace probadlo. Inmediatamente Scott enfocó a Carleen con su cámara. Ella se negó a tocar “eso” con sus manos desnudas, pero Melvin le facilitó una rama que encontró en el suelo. Cuando todo estuvo preparado acercó el palo al sombrero de la seta, con la punta astillada presionó en el globo, hasta que finalmente… lo reventó. Fue entonces cuando se desató el horror. De su interior salió una ráfaga semejante al vapor, con la misma potencia que una olla a presión, pero de un color amarillento. La inesperada nube de esporas impactó contra el rostro de Carleen, introduciéndose en sus ojos como minúsculos trozos de cristal, extendiéndose a su alrededor y alcanzando al resto de sus compañeros. El escozor que sintió después fue inhumano, casi tan abrasivo como el ácido. Con un salto se incorporó, con sus manos se restregó sus párpados, con la inevitable intención de revertir el daño. Segundos después los abrió de nuevo. -Dios mío.-Dijo totalmente consternada.-No puedo, no puedo ver nada. Sucedió de un modo tan repentino que por un instante creyó que había anochecido, que de algún modo la luz del sol se había consumido y que aquella negrura tan absoluta no se debía a su vista. Pero no fue así, por alguna razón sus ojos se habían quedado ciegos y no era capaz de encontrar a sus compañeros. Extendió sus manos para dar con ellos, gritó sus nombres en un par de ocasiones, pero no obtuvo una respuesta que la satisficiera. Lo volvió a intentar, esta vez con mayor desesperación, alzando su entonación entre toda aquella vegetación. -¿Que haces Melvin? ¿Por qué mueves así la boca?-Pudo escuchar a Scott con una pregunta fuera de lugar. Tan solo oír su voz Carleen insistió de nuevo con su problema y además añadió que necesitaba acudir a un hospital. Sin embargo, Scott no parecía estar atento a sus palabras, seguía obcecado con el extraño comportamiento de Melvin. Aquel desconcierto insufrible perduró unos segundos más hasta que finalmente se descubrió lo que estaba ocurriendo. Al parecer Melvin no podía hablar, sus palabras se trababan en su garganta como si sus cuerdas vocales hubiesen sido seccionadas. A causa de esto Scott no le podía escuchar. Necesitó un poco de paciencia para poder entenderle, al menos hasta que logró leer sus labios. “Me he quedado mudo. “ No pudo tomarse aquello en serio, comprendió que se trataba de una broma absurda, sin gracia alguna, así que inmediatamente se giró hacia Carleen y le comentó lo muy idiota que en ocasiones era su amigo. Lo delirante de la situación llegó cuando la chica respondió del mismo modo que Melvin, vocalizando con su boca en un absoluto silencio. En ese mismo instante Scott observó a su alrededor, inclinó su cabeza hacia un lado y descubrió la verdadera razón. Se tomó unos segundos para asimilarlo, pero necesitó bastante tiempo para aceptarlo -Dios mío, no sois… no sois vosotros.-Balbuceó.-joder, no lo entiendo, no puedo… no puedo escuchar nada. El corazón de Carleen dio un salto cuando dijo esas palabras. Pudo oír como las repetía una y otra vez, cada vez con más agonía, estrechando el límite que daba paso al llanto. A causa de la situación apenas podía controlar su pulso, ni siquiera sus piernas se mantenían quietas, en realidad todo su cuerpo temblaba. Necesitaba pensar con rapidez, no ofuscarse, dar con una solución cuanto antes. Sin perder el tiempo gritó el nombre del chico que le gustaba, estiró los brazos buscándole y Melvin respondió agarrándole de la mano. Él podía escucharla. Una vez a su lado le propuso volver, regresar al pueblo dónde habían aparcado el coche y una vez allí buscar ayuda. A causa de su enmudecimiento Melvin no pudo responderle, sin embargo se las ingenió para hacérselo entender a Scott. Carleen se aferró a su cuerpo como si su vida dependiera de ello; podía sentir su respiración, como su corazón palpitaba con velocidad, de algún modo se sentía menos asustada a su lado. Estuvieron unos minutos en silencio, mientras Melvin intentaba explicarse mediante gestos, pero fracasó. Como último recurso se agachó y se dispuso a escribirlo en el suelo. -Tenemos… que…volver a… -Dijo Scott leyendo-¡Sí, tenemos que volver al pueblo! ¡Quizás allí sepan lo que nos ocurre, quizás tengan un remedio para esto! Por un momento Carleen recordó la posibilidad de llamar por móvil, pero desistieron cuando la cobertura resultó ser nula. Con Scott de guía los tres Universitarios regresaron sobre sus propios pasos. No se habían distanciado demasiado de las tiendas así que no les sería complicado encontrar el camino de vuelta. -Tenemos que darnos prisa, está empezando a oscurecer-Añadió Scott. Aquella última frase la habría desesperado si se hubiese encontrado en otras condiciones. De pequeña, cuando sus primos la encerraban en el cuarto de baño y ella no alcanzaba al interruptor de la luz siempre acababa llorando. Las cosas no habían cambiado con el tiempo, seguía temiendo a la oscuridad y por eso estaba aterrorizada. Porque en realidad, para Carleen, ya había anochecido. Lo que podrían haber sido unos cinco minutos de trayecto se convirtió en más de un cuarto de hora, la falta de comunicación entre ellos fue el principal problema. Melvin guiaba a Carleen sosteniéndola con sus brazos, evitando que tropezase, mientras Scott les abría el paso entre la maleza. Ya se encontraban cerca de las tiendas cuando de pronto Scott se detuvo, al instante Melvin también lo hizo y Carleen, algo confusa, preguntó por qué no continuaban avanzando. A causa de la falta de oído Scott no respondió a sus preguntas, tan solo habló cuando creyó necesario hacerlo. -Dios mío, decidme que lo habéis visto.-Dijo finalmente. Melvin era consciente de que su amiga no podía ver nada, que él no podía decir palabra y que su compañero se había quedado sordo, así que se limitó a asentir con la cabeza. Carleen se inquietó mucho más cuando pudo notar la mano de su estimado temblar; algo escalofriante estaba ocurriendo pero ella era incapaz de verlo. - ¿Por qué nos hemos parado? ¿Qué habéis visto? -Carleen, por favor dime que tú también lo ves -Insistió. -¡Joder Scott, estoy ciega, no puedo ver una mierda! ¡Me estás poniendo nerviosa! ¿¡Qué coño está pasando!? Melvin se comunicó con su amigo, Carleen supuso que le estaba recordando su problema con la visión. -Por favor no hables, puede escucharnos.-Susurró.-Hay una mujer… o quizás es un hombre, no sé lo que es, lleva el pelo largo. Ha sacado nuestras mochilas fuera, las está removiendo y parece estar buscando algo. -¿Un ladrón? ¿Y por qué no le echáis fuera? -Ahora se ha vuelto a meter dentro de la tienda-Siguió explicando. -Melvin, escúchame ¿por qué no la ahuyentáis? Pregúntaselo, por favor. -Lleva algo en las manos, es una… ¡es una hoz! está abriendo las mochilas con eso. -¿Una hoz? -Dios mío, Melvin ¿has visto su cara? Es horrible, tiene el rostro deforme. -Por favor, quiero irme de aquí.-Se acobardó Carleen al imaginarlo. -Joder, su mandíbula está totalmente desencajada ¿Cómo puede sobrevivir alguien con la cara tan desfigurada? -Por favor vámonos, tenemos que marcharnos de este maldito sitio. -Mierda-Dijo de pronto. -¿¡Qué!? ¿¡Qué pasa!? Carleen estaba tan angustiada que también había olvidado el estado en el que se encontraban, seguía esperando una respuesta de alguien que ni siquiera había podido escuchar su pregunta. Cuando perdió la paciencia se dispuso a gritarles pero Melvin lo impidió tapándole la boca con la mano. No necesitó palabras para saber lo que estaba ocurriendo, aquel simple gesto lo aclaró todo. Aquella mujer que Scott describía podría haberles divisado en la lejanía, quizás ahora se encontraba mirando hacia allí, vigilándoles con su rostro decrépito, mientras se llevaba el arma a sus manos. Fuese cual fuese la realidad el resultado fue igual de espantoso cuando Scott se giró hacia ellos y gritó: -¡Viene hacia aquí, viene hacia aquí! Ya no hubo más tiempo para conjeturas, ni más tiempo de silencio, Melvin la agarró fuertemente de la mano y estirándola del brazo comenzaron a correr. Su adrenalina se disparó al sentir sus pasos acelerarse en la oscuridad, sin posibilidad alguna de prevenir los obstáculos que la podrían hacer tropezar, con la ciega y total confianza depositada en la persona que le gustaba. Pudo sentir el viento golpear su cara, como se filtraba en su cuerpo congelando sus pulmones, como silbaba en sus oídos mientras descendían por la montaña. Las frondosas zarzas arañaron sus delicadas piernas, los árboles más bajos estiraron con sus ramas de su cabello y el persistente barro se encargó del resto. -¡Melvin! Sucedió de repente, su pie se introdujo en una zanja en el terreno, con torpeza perdió el equilibrio, soltó la mano de su amigo, y consecuentemente salió despedida hacia el vacío. Su cuerpo rodó pendiente abajo, en su transcurso perdió un zapato y se golpeó la cabeza contra el suelo. A los pocos metros finalmente se detuvo, ya sin fuerzas y con un dolor agudo en su cráneo. Mientras intentaba incorporarse gritó su nombre de nuevo, pero nadie respondió, tan solo el canto de una lechuza lejana podía escucharse en aquel solemne bosque. Con ambas manos se agarró al tronco de un árbol cercano y con un esfuerzo sobrehumano logró ponerse en pie. Abrazada a él finalmente rompió a llorar, necesitó hacerlo para así calmar sus nervios. - Melvin, no quiero perderte.-Dijo entre lágrimas.-no me dejes, Melvin por favor, te quiero. Que él la encontrara era la razón por la que no continuaba huyendo, del mismo modo que fue su aliciente para asistir a la acampada. Lamentablemente, y por mucho que preguntara, su estado no le permitía ver quien se estaba acercando, le era imposible adivinar a quien pertenecían aquellos pasos. *** El agente Fuller se sirvió un café en la máquina que tenían instalada en la oficina, con cuidado vigiló que no rebosase del vaso, mientras con la otra mano, abrió la puerta de su despacho. Una vez dentro se dirigió hacia la mesa de trabajo y cogió asiento frente a ella. La chica en cuestión fue localizada deambulando por las calles del pueblo aquella misma madrugada. Se encontraba en estado de shock, totalmente desorientada y con un ataque por la hipotermia. Cuando le preguntaron de dónde provenía ella respondió –Del bosque- y añadió que sus amigos aún seguían allí, que estaban en grave peligro. Así fue como hallaron los cadáveres de los dos jóvenes y así fue cómo, después de cincuenta años, habían encontrado una pista para resolver los asesinatos similares que acontecieron en el pasado. -La encontramos cerca del cuerpo. Te advierto que las imágenes que vas a ver pueden ser muy desagradables.-Dijo el agente acercándole la videocámara digital de Scott.-Pero necesitamos que hagas un esfuerzo. Carleen la cogió con sus temblorosas manos, desplegó la pantalla LCD y con temor presionó el botón “Play”. El video inició su reproducción. Mientras lo veía su expresión pasó del miedo al desconcierto, hasta que su rostro se desencajó totalmente. -Dios mío.-Balbuceó. En la pantalla pudo ver desde una perspectiva distinta como aquella nube de esporas golpeaba su cara, dejándola ciega y asustada. Pero en la desquiciante grabación también descubrió que sus amigos asumían un papel muy distinto al que ella recordaba: ambos se hacían señas mientras fingían estar en problemas. -Ellos sabían lo que te iba a suceder.-Añadió Fuller.-Sabían que esas setas provocan una ceguera temporal y te habían llevado expresamente para gastarte un broma pesada. Carleen no pudo soportar ni un segundo más la crudeza de aquellas imágenes. Su corazón dio un salto cuando descubrió que Scott falseaba con su sordera, sus ojos se humedecieron cuando permitieron que callera por el precipicio y sus lágrimas se manifestaron cuando pudo ver a Melvin, riéndose cruelmente, mientras ella lloraba y gritaba “Te quiero”. No necesitó acabar la cinta para deducir que todo había sido una gran mentira. -¿Has visto algo extraño en la grabación? ¿Tienes idea de donde pudieron ir después de que regresaras hacia el pueblo? Antes de que todo esto sucediera ¿recueras haber visto algo sospechoso? Por favor, contéstame a esta última pregunta y ya habremos terminado. Pero Carleen volvió a responder con un frustrante y rotundo -No-. El agente Fuller se dejó caer en el respaldo del asiento, dio un sorbo a la taza de café y desvió su mirada hacia la ventana. A través del cristal divisó las montañas y se estremeció. De algún modo supo que aquellos bosques guardaban la respuesta, ocultaban con sus ramas el secreto, del mismo modo que una leyenda no desea ser descubierta para así alimentarse del misterio. |
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